Volcán Teneguía, La Palma.

jueves, 13 de junio de 2013

Rafael Correa, presidente del Ecuador.

Tengo que admitirlo, me encanta Rafael Correa. Bien es cierto que no soy ciudadana ecuatoriana y por tanto  no puedo hablar del sentimiento de satisfacción que puedan tener los ecuatorianos como tal, pero el Presidente Constitucional de la República del Ecuador me parece un político por vocación. No sé si me equivoco al hacer esta valoración pero es un hombre que no se corta, dice lo que tiene que decir y trabaja para el pueblo. Me parece un auténtico genio poniéndose las camisas con bordados típicos ecuatorianos cuando da entrevistas con actitud de: "aquí estoy, soy este, soy yo y soy ecuatoriano".
Se le criticó mucho cuando se refirió a Ana Pastor con el término de Anita, el cual a ella le molestó sobremanera y, no mintamos, hizo demagogia con eso, atacando a Correa; cuando él, simplemente le habló en un tono cercano; que puede que no sea el más correcto de acuerdo con la ocasión pero no me parece algo grave.

El problema es que hoy en día se vive de la apariencia y no de lo fiel que sea un individuo a sus principios. Hoy, es un ataque dirigirse a alguien que no conoces en tono afectivo ya que a esa persona le puede parecer mal, pero si se concibe que un político del tipo de Bush ponga buena cara ante el público, que sea cínico, y luego mande tropas a Afganistán siendo el culpable de miles de muertes, y se le siga teniendo el trato de "Mr. Bush".

Desde mi punto de vista, humilde, de estudiante de Ciencias Políticas y persona crítica, veo en Rafael Correa la perfecta actitud de la Revolución, como él dice, ciudadana. La Revolución no es Cuba, atrapada en el tiempo, envejeciendo sin renovarse, resistiendo al paso del tiempo y a un gobierno que perdió el rumbo desde hace tiempo. La revolución es ser humilde en el sentido de no gastar por encima de las posibilidades del país. La revolución es educación, sanidad, servicios públicos y una ciudadanía consciente del poder que tiene y honrada. Y quienes mejor representan la revolución son los pueblos originarios que luchan por avanzar y por mantener viva su cultura, su seña de identidad; y de algún modo, Ecuador es ese pueblo, humilde, que no se olvida de su cultura, como una tribu hecha país, y el presidente Correa personifica exactamente este pensamiento de lucha gradual, poco a poco, implantando derechos sociales y a la vez, no sucumbir a los encantos de la corrupta democracia europea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario